sábado, 10 de enero de 2009

Sobre el agricultor y el trabajo inmaterial:

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El agricultor siempre necesitó poner en juego los conocimientos, la inteligencia y la innovación característicos del trabajo inmaterial. Ciertamente el trabajo agrícola es agotador: hay que inclinarse mucho para labrar la tierra, como no ignora quien haya trabajado alguna vez en los campos. Pero la agricultura también es una ciencia. Todo campesino es un químico que sabe asignar los cultivos idóneos según la composición del suelo, y que transforma los frutos y la leche en vino y quesos. Es también un biólogo conocedor de la genética, que selecciona las mejores semillas para mejorar las variedades cultivables, y un meteorólogo que interpreta los fenómenos del cielo. El agricultor necesita conocer la tierra y colaborar con ella, respetando sus ritmos. En la determinación de las mejores fechas para la siembre o la recolección intervienen cálculos complejos. No estamos ante unos actos espontáneos o intuitivos, ni ante la repetición rutinaria de lo hecho en el pasado. Se trata de decisiones basadas en conocimientos tradicionales puestos en relación con la observación de las condiciones presentes, y renovadas constantemente por obra de la inteligencia y de la experimentación. (De manera similar, el campesino debe ser también un experto financiero que sepa leer las incesantes fluctuaciones de los mercados para determinar la óptima comercialización de sus productos.) Este tipo de ciencia abierta, característica de la agricultura, que además necesita tener en cuenta los cambios impredecibles de la naturaleza, sugiere el tipo de conocimiento esencial para el trabajo inmaterial mejor que las ciencias mecanicistas del mundo fabril

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Negri, Antoni y Hardt, Michael. Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio. Ed. DeBOLS¡LLO: enero, 2006, Barcelona.

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