jueves, 5 de marzo de 2009

Proyecto: REVISIONES :::Carlos Aguirre:::CC


Foto de Sol Henaro


Diseño: Ilan Lieberman

Tomado dehttp://busquedas.gruporeforma.com/reforma/Documentos/DocumentoImpresa.aspx
Exposición en Celda Contemporánea

El Ojo Breve / Registro y remisión
Por Cuauhtémoc Medina


(23-Nov-2005).-Carlos Aguirre, "Punto de saturación"/ Ilan Lieberman, "Desperdicio", Celda Contemporánea. Claustro de Sor Juana. Hasta enero 13.

Desde hace un par de años, Carlos Aguirre (Acapulco, 1948) se ha venido ocupando del torrente de ideología de la escena pública y mediática posterior al ataque a las Torres Gemelas, en instalaciones de un corte gráfico, planteadas a partir del despliegue de textos, diseño e imágenes en el muro.

Estas son obras que recogen y entrecruzan discursos provenientes de la publicidad política y comercial, fundadas en una lógica de acumulación, donde el artista recoge la basura verbal que permea los discursos, miedos y deseos públicos, para desplegarla como un ruido impasible. Se trata de mensajes que, anidados en la retórica de George Bush lo mismo que los anuncios de shampoo, atraviesan la vida cotidiana con una terquedad digna de la meteorología.

El medio preferido de Aguirre para fijar este flujo es crear diseños con letras de vinil adheridas al muro, un recurso que combina la baratura con ser en sí mismo un muestreo de los medios usuales de producción del espacio promocional.

Dos de esas instalaciones en vinil marcan los extremos de Punto de saturación. Por un lado, Aguirre ha simulado una grieta más o menos accidentada en el muro a partir de frases de una multitud de fuentes, que refieren a la divinidad o la moralidad para fundamentar prejuicios, terrores y privilegios.

Bajo el amparo de una cita de Nietzsche, "La moralidad es uno de los mejores medios para llevar a la humanidad agarrada de la nariz", Aguirre compila una variopinta acumulación de citas teocráticas contemporáneas, desde el absurdo de la Arquidiócesis de Guadalajara de proclamar que "La homosexualidad no es pecado, siempre que no se practique", hasta declaraciones corporativas tan inconcebibles como "Somos la empresa que dios eligió para comunicarse, TELMEX".

Esta intersección entre el espacio político, escrito y gráfico es un territorio lógico para Aguirre, participante de la experiencia de Los Grupos y de los experimentos de la llamada "neográfica" de los años 70 y 80. Aguirre era uno de los miembros más jóvenes de Proceso Pentágono, y su trabajo sigue entendiendo el espacio político y citadino como un territorio de imágenes y textos.

Aguirre entiende al arte como la sedimentación del "se dice". Situándose en la atalaya de un ilustrado, representa al ámbito público como la caja de resonancia de un dogma ausente. Ciertamente, su posición ante este material no está planteada como metodológicamente indiferente. No sólo es que la selección de frases está definida por una posición "progresista" que es cada vez más difícil hacer efectiva.

Aguirre recoge su material del ágora virtual y lo organiza en términos de iconos compuestos con texto.

Una de las instalaciones en el muro es una ilustración de un cerebro cuyos lóbulos están trazados con slogans de la publicidad mexicana. Muchos de esos textos son evidentemente problemáticos: definiciones mediatizadas sobre el género ("Me niego a ser sólo una cara bonita") o supuestos guiños de complicidad entre comercio y sus sujetos ("Mi primera experiencia fue un conejito").

El dibujo, claro, opera como una expresión de autor, como sucedía, por ejemplo, en las obras de Aguirre de hace una década donde creaba el rostro de un obrero con un collage de guantes de carnaza usados. Si bien la imagen recuerda los esquemas de la frenología del siglo 19, que pretendían localizar "científicamente" en el encéfalo rasgos de personalidad, la obra está definida sobre la noción del siglo 20 de la mente como una tabla rasa sujeta a la manipulación "externa" y el conductismo.

Mención aparte merece la colección de copias de desechos en papel que Ilán Lieberman realizó por un año de estancia en Nueva York. Como si falsificara obras de arte o billetes, reproduce hasta los últimos detalles la suciedad y desgaste de un trozo de un folleto turístico, un billete de lotería o el reverso de una carta de baraja, con una precisión que sólo desenmascara la lente de aumento.



Estos espejismos recuerdan, claro, las copias exactas de fotografías o de piedras de río de la pintora letona-americana Vilja Celmins. La presentación de estos Desechos es tan atinada como discreta: una pequeña vitrina iluminada en una esquina, lado a lado al ejemplar 733 del Semanario de lo insólito que reporta la muestra bajo el título amarillista de "la fotocopiadora humana". Lieberman torna lo banal en único.

Texto originalmente en Reforma, sección cultura.

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